martes, 3 de enero de 2012

Mi utópico amor

Tal vez conocí al amor de mi vida y lo deje desdibujarse en la distancia mientras sentí la sincronía anhelada dos seres desconocidos perdidos en la inconsistencia de unos minutos.

Sali de la biblioteca ensimismada en mis melodías amadas, mientras daba pasos con parsimonia cruzando un callejón de la derecha, capte a un ente en mi campo visual que me dejo instantáneamente en un shock emocional, ascendí a sus ojos y en su rostro cabizbajo, cruce a la izquierda tomando el registro del umbral de su presencia, era mi símil en sus diversas variantes.

Su cuerpo cubierto por una vestimenta oscura y sofisticada exhalaba una energia de misterio, su estética externa estaba ordenada con sumo cuidado, parte de ello su cabello liso perfectamente aderezado tenia la propensión a descender en su ojo izquierdo, un mechón despuntado caída raudo en su rostro blanquecino y aniñado, un aura taciturna e introspectiva se instauraba en sus pasos, al igual que yo la pesadez de la vida se había adherido a los poros, sentí en ese instante, que ambos destilábamos introspección, melancolía y proyección.

Figuritas analíticas, concientizados en medio de la ingravidez de la ignorancia, transitando en una locación de seres programados y direccionados por un retorno cíclico. Nosotros pertenecíamos a otro cumulo, programado a otro nivel de cuestionamiento, siendo parte de una adicción colectiva con diferentes matices de agridulces fractales.

El chico se deslizaba en la acera derecha y yo por la acera izquierda, caminando con el mismo ritmo alienante, diluidos por el péndulo del tiempo. Rostros abajo, estallidos de música y ambos centralizados en el asfalto, sintiendo nuestra peculiar diferencia que nos acercaba, sus pasos ralentizados se fundieron con mi presencia, hasta que su camino tomo una inflexión en el callejón y lo acerco a mi cuerpo transeúnte, se instauro a mi lado distanciados por unos 10 centímetros, caminando con la misma cadencia, el mismo ritmo, los mismos gestos, el mismo ritual…

Sintonizados por un éter espeso que tal vez lo embriagaba tanto como a mi, nuestra música, nuestros cuerpos, nuestro cabello siendo refugio de nuestro ojo, ciclopes andantes reinventando nuestros pasos para no desaparecer en medio de la rapidez del tiempo y del espacio, la tensión entre ambos era remisa y psicodélica, tatuada de atracción y complicidad invisible, que estaba a otro nivel de percepción. Empero mi timidez obstaculizo proferir una palabra o un prematuro acercamiento que me permitiese saber más, me hacia esquiva y tuve que infatuar la magia del momento para girar en la esquina de Crepes & Waffles, di 13 pasos sin atinar, embrollada en mis pensamientos irresolutos, las ideas anudadas por la perdida, una gran pérdida llena de belleza. Frene en vano en dirección a su cuerpo que se desdibujaba lentamente entre la lejanía y se deconstruía pictóricamente entre mis ojos anhelantes, sucedido por la retrospectiva de unos minutos perfectos. Caí de nuevo en el vértigo de la verificación de una realidad transitoria y usual.