Entro en el tejado de la psicodelia y diviso el aire exhibiéndose de forma concupiscente ante las hojas sonrojadas, los arbustos irascibles se estrellan contra el viento escurridizo que divaga alcoholizado por la fermentación de la lluvia, la nubes protegen con ahincó los recintos del sol, mientras detectan con sus sentidos ubicuos, la fugacidad intermitente de los objetos en el escenario.
Los graznidos chillan uniformemente despertando la curiosidad de las nubes, son los pájaros extranjeros los que desarticulan la experiencia sensitiva de las nubes… los nubarrones en colapso se disgregan en cobijas deslucidas que se van evaporando con la puesta de su enemigo hedonista.
La lluvia extasiada se extiende por la espesura de la alameda, y nada eufóricamente entre lo ríos lacrimógenos, hasta que notan la confusión de sus miembros en el agua, su cuerpos moribundos pierden la forma entre la ligereza invisible...
La nubes percibiendo la desaparición de las imperceptibles gotas resurgen con ímpetu y crean maquinas de coser con las rezagos de truenos, relámpagos y granizo, tejen sus sabanas raídas y se visten de múltiples formas; pomposas priman en el aire y toman la jerarquía de la naturaleza, sometiendo al aire desvergonzado y le tiende de un tirón una túnica con destellos de nitrógeno y oxigeno, etéreo crea cimientos representativos para flirtear con las hojas intimidadas, las hojas seducidas misteriosamente por el juego de vapor, se sumergen en el idilio cinético, se mecen y hace fotosíntesis sin inhibición, se explayan con el movimiento cadencioso del aire que las arropa con su fluidez casi enigmática, se bambolean sin prejuicios y se vuelven creaturas del viento, mientras yo sigo sin poder moverme del tejado mirando furtivamente lo que aun no podía ver, temo que las gotas tomen su forma y roben mi agua…
Los graznidos chillan uniformemente despertando la curiosidad de las nubes, son los pájaros extranjeros los que desarticulan la experiencia sensitiva de las nubes… los nubarrones en colapso se disgregan en cobijas deslucidas que se van evaporando con la puesta de su enemigo hedonista.
La lluvia extasiada se extiende por la espesura de la alameda, y nada eufóricamente entre lo ríos lacrimógenos, hasta que notan la confusión de sus miembros en el agua, su cuerpos moribundos pierden la forma entre la ligereza invisible...
La nubes percibiendo la desaparición de las imperceptibles gotas resurgen con ímpetu y crean maquinas de coser con las rezagos de truenos, relámpagos y granizo, tejen sus sabanas raídas y se visten de múltiples formas; pomposas priman en el aire y toman la jerarquía de la naturaleza, sometiendo al aire desvergonzado y le tiende de un tirón una túnica con destellos de nitrógeno y oxigeno, etéreo crea cimientos representativos para flirtear con las hojas intimidadas, las hojas seducidas misteriosamente por el juego de vapor, se sumergen en el idilio cinético, se mecen y hace fotosíntesis sin inhibición, se explayan con el movimiento cadencioso del aire que las arropa con su fluidez casi enigmática, se bambolean sin prejuicios y se vuelven creaturas del viento, mientras yo sigo sin poder moverme del tejado mirando furtivamente lo que aun no podía ver, temo que las gotas tomen su forma y roben mi agua…
