16 de agosto del 2009 el ultimo tren
titánica e impetuosa fue su aparición, sigilosa y taciturna se encontraba en el balcón, su mirada vagabunda que impartía fatuidad, la hizo trasladarse a un lugar donde dislocada huyo fugazmente y al tren mas cercano pudo llegar, su impresión fue desconcertante pues prorrumpió con brusquedad en el diván y un hombre se alojo con presunción rozando su mano con énfasis en la picazón, su color refulgente de su dedo pulgar, era carmesí o tal vez bermejo, no se pudo divisar con total credulidad, , empero la solidez y la gelides de su dorso era indómito, mientras que se ajustaba yerto en su mano izquierda, en medio de lo impasible de su cuerpo, su mente divagaba rápidamente, pronto un extremo paroxismo la desubico, pero no se hizo evidente, enfurruñada lo miro y su cabeza golpeo de sopetón y el de improviso la miro y sus ojos observo; las miradas se cruzaron y crearon un ¡boom! sus manos se distanciaron pero sus ojos no se querían separar, atisbando menudos misterios que en ellos se encontraban.
No se dieron cuenta en que estación se encontraban, ni cuantos pasajeros habitaban, en ese recinto alargado, de divanes empolvados y enmarañados, de vagones infinitos que no se delimitaban jamás, el sonido estrepitoso del pu…pu…disfrazaba el cariz en un edén subreal, de extravagantes extensiones. Un número indeterminado de animales colosales cantaban con fervor un puuu puuu que evocaba imágenes insensatas, que llevaban a la locura instantánea, pero ellos seguían ahí al borde de una colapso existencial, hasta que de improviso irrumpió el tren… se detuvo, pero al parecer no solo el tren se detenía, se detenía el tiempo, el espacio, las sensaciones, los deseos, los sentimientos y sus miradas se hundieron a tal punto de penetrar en una dimensión desconocida, de deseos irresistibles, de besos desaforados de adulación expansiva, de caricias inquietantes que provocaban una desaparición del todo existente se desmoronaba rápidamente, solo ellos habitaban, paralelos pero que se sincronizaban con tal perfección que la unificación parecía imperceptible; un último llamado de pasajeros dio paso a la sucesión de horas, minutos, segundos, pensamientos, ideas, espacio, todo llevado hacia lo temporal y perecedero, donde tanto ella como él, regresaron de esa dimensión, adimensional y prosiguieron su camino tomando direcciones diferentes, se alejaban paulatinamente dejando su felicidad en aquel diván que jamás olvidaran y en sus mentes estará eternamente. Olvidándolo todo pero al mismo tiempo, yaciendo inmanente a sus entes, el hecho crucial de sus vidas precarias, errantes y bohemias.