lunes, 23 de abril de 2012

Noche 23



 La noche, tras la desconexión de un posible futuro juntos, seguimos en silencio el lineamiento que depara la lluvia, caminamos con pasos melancólicos y con la mente dispersa en miles de pensamientos que nos abruman, la densidad del flujo energético se detiene y se solidifica en un tempano glacial de antagonismo idílico. El rastro de nuestro  amor se va difuminando con la mezcla de proyecciones dispares, todo de cae en un abismo, la confusión se yergue en nuestra mente simultaneo al movimiento frenético de nuestros cuerpos.

Me desconecto a su paso, me marcho por el lado contrario llego al parqueadero, prendo mi moto… Manejo mientras las gotas caen como piedras sobre mis costados, llego a casa me sumerjo en mi urna  y se escuchan los alaridos estrepitosos de mi madre, el graznido de su voz pronuncia unas estampida de lagrimas, todo se cuela en un escena de pánico insignificante, mi hermana reclama amor, su mente disociada de ego no comprende la escena de furia, solo pronuncia palabras de párvula asombrada, “Usted no me puede gritar me tiene que mimar” ella no entiende, aun no está zambullida hasta los tuétanos en esta estructura demoniaca del sistema.

Salgo de mi urna y miro expectante mientras analizo la situación. Toco con sutileza las ondulaciones de brillo negruzco del cabello de mi madre, mientras ella continua en su jadeo sollozante, maldiciendo la existencia de un aparato fútil. El celular, toda una disputa por dicho aparato… Un insustancial enemigo.

Mi hermana con ojos encendidos mira con desconsuelo, no hay ni el mas mínimo asomo de rabia, solo quiere estar bien, ni siquiera el lenguaje le da para decir las palabras correctas, su mente es un remolino imparable de recuerdos sin conectores.  Luego risas muchas risas esquizofrénicas a causa de los ambivalentes mohines del rostro de mi madre… Y tirrin el amor hace una llamada, contesto indiferente pero adoleciendo, siento el vértigo. Las mariposas vomitando en mi estomago, colapsando… Suspirando y olfateando su presencia. el lenguaje rejuvenece el conjuro, la ilusión se enciende de nuevo, el corazón se desequilibra e inicia su galopeo nocturno, la respiración ya fluye, pero una impostergable lluvia de lagrimas no parece frenar, pero aun no se asoman… Mis pupilas tienen sombrillas que detienen su irrupción. Me congelo y me derrito en la malteada de nuestra relación. Nuevamente me declaro adicta y me enfrento ante las vicisitudes de un porvenir ineluctable.