Caen lágrimas de cascabel
destilando indolencia ante la presencia inusitada,
renegar ante el éter por el encuentro vespertino.
Sentir y no ver
incitar a una fricción ficticia
entre agujeros de placer,
entre agujeros de placer,
lascivas caricias se contienen y se pierden.
El receptáculo anonadado
El receptáculo anonadado
censura el ímpetu desenfrenado
entre dardos de incipiente inconexión.
Se deforman las ideas mágicas,
se escucha un crujido ausente,
el estrepito sacude el filtro valorativo interno…
mascullan una posibilidad
que hace alarde de suicidio.
La expiración de filamentos cómplices
se van desintegrando entre montañas de hastió
y el impetuoso desasosiego
desarraiga la ilusoria sensación idílica.